Las dos verdades hacen referencia a una situación ineludible del desarrollo.
Mientras crecemos, las experiencias vitales a las que nos enfrentamos despiertan en nosotros pensamientos y deseos, ideas e inclinaciones, en fin, intenciones de cumplimiento de propósitos que no siempre son bienvenidos por nuestros padres y nuestros educadores.
Tal situación, obliga a el niño o niña que está creciendo y descubriendo el mundo que lo rodea a la par que a sí mismo, a buscar un modo de ser aceptado y aceptarse dentro de su entorno afectivo y social.
Poco a poco, pero sin descanso y de manera bastante dolorosa, el niño y la niña en cuestión, tendrán que aceptar la renuncia a muchos de sus requerimientos y caprichos, a muchas de sus inclinaciones, entre las que se encuentran como protagonistas indiscutibles las egoístas y las agresivas, para iniciar un trabajo de reemplazo de esas inclinaciones por unas más aptas para la vida social.
El orden y el caos conviven y se solapan o se suceden de manera consecutiva a lo largo de nuestra vida dependiendo del momento de crecimiento en que nos encontremos y de las circunstancias vitales que atravesemos.
La razón y los instintos, el intelecto y los sentimientos, las ideas y las emociones, pueden encontrar cierta comunidad y armonía o por el contrario, enfrentarse en abierta discrepancia llegado el caso y debemos estar preparados para conciliar esas contradicciones.
Son muchos los casos en que se llega a una solución en la que se toma partido por un bando y se abandona el otro.
Si una persona no encuentra la forma de conciliar el orden y el caos que la habita, es posible que se decida por uno de ellos. Si opta por el orden, combatirá su caos con vehemencia e intentará que este desaparezca de todas las manifestaciones de su conducta, tanto pública como privada.
La persona perfeccionista es extremadamente exigente consigo misma a la hora de ver el resultado de sus acciones, de manera tal, que cualquier crítica de su comportamiento o de los resultados de su conducta, pone en marcha un malestar psicológico y físico que lo mantiene realmente mal durante mucho tiempo.
El afán de perfeccionismo
El afán de perfeccionismo en el perfeccionista, mantiene alerta una serie de autocontroles que se transforman en exigencias de rendimiento muy intolerables con la crítica o la observación de otras personas.
Así, aunque la crítica sea constructiva o pretenda sumar elementos que enriquezcan el resultado obtenido por la persona perfeccionista, ésta se mostrará descontenta con toda contribución externa que señale que su trabajo individual es mejorable.
La fobia, la histeria y la obsesión son neurosis que tienen una historia causal claramente diferenciada.
El abandono provoca la fobia, el maltrato genera la obsesión y la seducción abusiva genera la histeria.
La persona que sufre de fobia, es una persona que en su infancia sufrió abandono. Pero el abandono no se refiere solamente a haber sido abandonado físicamente, sino también a otra forma de abandono quizás más perjudicial como puede ser; el desinterés emocional por un hijo o una hija, a los que, sin embargo, se les pueden estar cubriendo las necesidades de techo, alimento, abrigo y educación.
El desinterés y la falta de atención afectiva es una forma de abandono que causa en la juventud y en la adultez lo que conocemos como neurosis fóbica.
Hay muchos momentos durante la sesión en la que el paciente se muestra vacilante y mientras relata algún síntoma se interrumpe diciendo que no se explica por qué le sucede eso, y en esos momentos es muy frecuente que utilice la expresión » no sé «.
No sé por qué me pasa esto. Simplemente me sucede y no sé por qué. Me gustaría evitarlo pero no puedo.
El » no sé » y la perplejidad
Lo que uno ve que le sucede al paciente es que está perplejo ante el desconocimiento de lo que le sucede porque en muchas ocasiones son cosas en las que no se reconoce o que le provocan vergüenza o pudor o, simplemente, perplejidad y asombro.
El » no sé » y la falta de ocurrencias
El otro » No sé «, también muy frecuente es el que aparece cuando el paciente no tiene nada que decir o, más bien, cuando al paciente no se le ocurre nada y entonces dice: No sé que decir. Y empieza a repetir como un loro no sé. Continuar leyendo «EL » NO SÉ » DEL PACIENTE EN LA SESIÓN»
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