La perversión ha ocupado grandes capítulos de la literatura tanto de ficción como científica a lo largo de la historia.
Con el paso del tiempo, los dominios de la perversión se fueron achicando hasta perder gran parte de ellos, con la consiguiente pérdida de su poder.
Así, hace dos siglos, en el terreno moral, casi todo era perversión y las prácticas moralmente correctas reducían la conducta a una actitud controlada por la represión de los instintos e inclinaciones.
De esta manera, se clasificaba el comportamiento como moral o inmoral según respetase la represión impuesta por la cultura imperante o la desobedeciese.
Otro tanto ocurría en el terreno de la ciencia, de forma tal, que una persona era diagnosticada como neurótica o perversa de acuerdo con el mismo criterio.
En lo que respecta a la perversión, que es lo que nos ocupa, en los últimos años todo eso ha cambiado debido a la relajación de las normas sociales represoras y, con el avance de las libertades de conciencia, se produjo un cambio radical en la expresión de las identidades personales.
El trabajo con el paciente es arduo y en todos los casos avanza lentamente. Cualquier intento de acelerar el paso es infructuoso y al poco de andar uno se da cuenta que ir más rápido es negligente y sobre todo improductivo.
Avanzar con cautela
Así que, nuestro empeño por obtener resultados, debe adaptarse a las circunstancias del terreno, que en el caso de la psicoterapia, no es otra cosa que un berenjenal. De manera que si intentamos correr, lo más probable es que nos caigamos entre la maraña de obstáculos que nos salen al paso en todo momento.
La guerra interna es una disputa entre inclinaciones del espíritu que adquiere la dimensión de un enfrentamiento violento. La consecuencia última de ese enfrentamiento, es la aparición de un yo bueno y un yo malo que no son otra cosa que el mismo organismo psicofísico pero dividido a causa del conflicto.
Es como si en un reino o un país estallara una guerra civil y el bando ganador expulsara a los perdedores o los obligara a someterse a su voluntad en nombre de la justicia y el bien común.
De esta manera, la convivencia se rompe y aunque todos son habitantes de ese reino o ese país, ahora hay vencedores y vencidos y la diversidad y complejidad propias de la sociedad se rompe y altera en adelante el equilibrio de fuerzas.
EL PEOR RESULTADO POSIBLE
El síntoma más evidente de este nuevo orden de cosas es la censura que se impone con mucho rigor sobre cualquier intento de alterar el orden establecido por los vencedores.
En el interior del universo mental de cualquier individuo sucede lo mismo que en la situación descrita. El universo simbólico de una persona se organiza en un discurso que intenta sostener el propio ser de acuerdo con un ideal y, por lo tanto, todo lo que cuestione o ponga en entredicho ese anhelo, será fuertemente censurado y apartado del discurso con el cual esa persona quiere identificarse.
Las tres incertidumbres con las que debemos lidiar en la vida son…
La salud, el trabajo y el amor. ¡ Que obviedad !
Ellas, nos picotean el alma hasta el último de nuestros días, pero cada uno de nosotros tenemos predilección por alguna de ellas.
Ellas, son vanidosas y altivas y aunque se igualan en dignidad, son ambiciosas y presumidas y quieren acaparar toda nuestra atención.
Las tres incertidumbres, aunque son muy celosas y competitivas, deben conformarse con compartir a sus víctimas cuya predilección por ellas es siempre dispar.
Unos adoptan a la incertidumbre salud, otros a la incertidumbre trabajo y otros prefieren a la incertidumbre amor.
A partir del momento en que las adoptan, deben hacerse responsables de todas sus necesidades y todos sus caprichos.
La insatisfacción de ser lo que soy es una frase con la que quiero remarcar un sentimiento que experimentamos casi todo el tiempo cuando pensamos en nosotros mismos.
De repente me pongo a pensar en que tengo un buen trabajo pero no tengo el tiempo libre que desearía. O quizás me sienta feliz de haber logrado obtener un titulo universitario, pero lamente haber tenido que sacrificar otras cosas importantes para lograr ese objetivo.
En un momento del día puedo alegrarme pensando en lo joven que soy y por la tarde entristecerme pensando en que ya soy viejo para algunas cosas y reflexionar sobre el paso del tiempo para acabar pensando en la brevedad de la existencia.
De repente puedo levantarme un día cualquiera y sentirme esplendido, simpático y encantador y al otro día experimentar tristes sentimientos de inseguridad y pesimismo.
En otros momentos y a veces de manera simultánea y mezclada tener la sensación del sin sentido de mi existencia y de la inutilidad de mis acciones junto con un sentimiento contrario de satisfacción y disfrute de los pequeños placeres cotidianos.
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