Las dos verdades hacen referencia a una situación ineludible del desarrollo.
Mientras crecemos, las experiencias vitales a las que nos enfrentamos despiertan en nosotros pensamientos y deseos, ideas e inclinaciones, en fin, intenciones de cumplimiento de propósitos que no siempre son bienvenidos por nuestros padres y nuestros educadores.
Tal situación, obliga a el niño o niña que está creciendo y descubriendo el mundo que lo rodea a la par que a sí mismo, a buscar un modo de ser aceptado y aceptarse dentro de su entorno afectivo y social.
Poco a poco, pero sin descanso y de manera bastante dolorosa, el niño y la niña en cuestión, tendrán que aceptar la renuncia a muchos de sus requerimientos y caprichos, a muchas de sus inclinaciones, entre las que se encuentran como protagonistas indiscutibles las egoístas y las agresivas, para iniciar un trabajo de reemplazo de esas inclinaciones por unas más aptas para la vida social.
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