La potencia versus la impotencia son las dos caras de una misma moneda que está siempre girando en la trama de la vida.
Todos y todas queremos ser potentes, queremos resolver con seguridad y con éxito todos los problemas que se nos aparecen en el camino.
Todos y todas tenemos ansias de poder y nos gusta sentir que controlamos las situaciones y que tenemos respuestas para los problemas.
Todos y todas nos regocijamos cuando ante las dificultades de la vida salimos airosos de situaciones difíciles gracias a nuestros recursos.
Que fantástico es el mundo cuando damos con las respuestas y hasta disfrutamos de las dificultades cuando entrevemos que existe la `posibilidad de resolverlas por nosotros mismos.
Potencia e impotencia son dos sentimientos opuestos que están presentes en todos nosotros. La proporción en la que los experimentamos determina nuestro mayor grado de bienestar o sufrimiento.
Si me siento potente para emprender un proyecto y lo llevo adelante y esa acción es coronada con el éxito me sentiré satisfecho y la potencia inicial se traducirá en un sentimiento de poder que se transformará en una fuente de satisfacción.
Si me siento inclinado al amor y efectivamente cultivo los vínculos afectivos y doy el amor que tengo a los demás en las formas del compañerismo, la amistad, la solidaridad y la relación amorosa de pareja.
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