La perversión ha ocupado grandes capítulos de la literatura tanto de ficción como científica a lo largo de la historia.
Con el paso del tiempo, los dominios de la perversión se fueron achicando hasta perder gran parte de ellos, con la consiguiente pérdida de su poder.
Así, hace dos siglos, en el terreno moral, casi todo era perversión y las prácticas moralmente correctas reducían la conducta a una actitud controlada por la represión de los instintos e inclinaciones.
De esta manera, se clasificaba el comportamiento como moral o inmoral según respetase la represión impuesta por la cultura imperante o la desobedeciese.
Otro tanto ocurría en el terreno de la ciencia, de forma tal, que una persona era diagnosticada como neurótica o perversa de acuerdo con el mismo criterio.
En lo que respecta a la perversión, que es lo que nos ocupa, en los últimos años todo eso ha cambiado debido a la relajación de las normas sociales represoras y, con el avance de las libertades de conciencia, se produjo un cambio radical en la expresión de las identidades personales.
Los duelos son esas experiencias que tienen que ver con aceptar la pérdida de algo o de alguien que por la simple razón del paso del tiempo se produce en diferentes momentos de nuestra vida.
Los duelos, entonces, tienen que ver con el paso del tiempo y con el desarrollo de nuestra experiencia.
Un ejemplo claro es el de los sentimientos y las ideas que vamos adquiriendo según crecemos y las desilusiones a las que debemos enfrentarnos debido a nuestro desarrollo físico y cognitivo.
Así, mamá y papá, no van a significar lo mismo para nosotros a los cinco años, a los diez, a los quince, a los veinte y a los veinticinco.
Nosotros mismos nos vamos a tener que ir conociendo nuevamente según vayamos creciendo, y en ese aprendizaje vamos a tener que abandonar muchas formas de sentir y de actuar y recibir y aceptar nuevas maneras de afrontar las situaciones mas adaptadas a nuestro momento vital.
La fobia, la histeria y la obsesión son neurosis que tienen una historia causal claramente diferenciada.
El abandono provoca la fobia, el maltrato genera la obsesión y la seducción abusiva genera la histeria.
La persona que sufre de fobia, es una persona que en su infancia sufrió abandono. Pero el abandono no se refiere solamente a haber sido abandonado físicamente, sino también a otra forma de abandono quizás más perjudicial como puede ser; el desinterés emocional por un hijo o una hija, a los que, sin embargo, se les pueden estar cubriendo las necesidades de techo, alimento, abrigo y educación.
El desinterés y la falta de atención afectiva es una forma de abandono que causa en la juventud y en la adultez lo que conocemos como neurosis fóbica.
El diagnóstico es una etiqueta que confunde al paciente más de lo que lo aclara.
El diagnóstico es una etiqueta que sirve como orientación muy general y en la mayoría de los casos muy imprecisa al Psicólogo para orientarse en la neblina del complejo territorio que es el universo personal del paciente.
Los pacientes me suelen decir: He estado leyendo sobre el trastorno obsesivo compulsivo y me doy cuenta que yo tengo mucho de los síntomas que lo describen. He estado leyendo del trastorno bipolar dice otro y creo que me veo muy identificado con ese padecimiento.
Me he informado – dicen algunos y algunas – en internet sobre los diferentes tratamientos y los variados trastornos psicológicos y creo que lo que necesito es una terapia cognitivo- conductual centrada en el presente porque según lo que he leído yo padezco un trastorno límite de la personalidad.
Toda esa información, no añade ningún beneficio al tratamiento. Muy por el contrario, lo único que hace es estigmatizar a las personas y etiquetarlas con un rótulo que les da cierta tranquilidad.
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