LAS DOS VERDADES
Las dos verdades hacen referencia a una situación ineludible del desarrollo.
Mientras crecemos, las experiencias vitales a las que nos enfrentamos despiertan en nosotros pensamientos y deseos, ideas e inclinaciones, en fin, intenciones de cumplimiento de propósitos que no siempre son bienvenidos por nuestros padres y nuestros educadores.
Tal situación, obliga a el niño o niña que está creciendo y descubriendo el mundo que lo rodea a la par que a sí mismo, a buscar un modo de ser aceptado y aceptarse dentro de su entorno afectivo y social.
Poco a poco, pero sin descanso y de manera bastante dolorosa, el niño y la niña en cuestión, tendrán que aceptar la renuncia a muchos de sus requerimientos y caprichos, a muchas de sus inclinaciones, entre las que se encuentran como protagonistas indiscutibles las egoístas y las agresivas, para iniciar un trabajo de reemplazo de esas inclinaciones por unas más aptas para la vida social.
El apego desmedido a papá y a mamá, los celos hacia ambos progenitores, la agresividad hacia los hermanos o hermanas, las ansias de dominación y protagonismo, el erotismo y los deseos sexuales infantiles, y más adelante la repetición en la adolescencia de las mismas inclinaciones, sufrirán una reforma tan grande que, en la gran mayoría de los casos, al jóven y la jóven reformadoras con el paso del tiempo les cuesta reconocer la diferencia entre el antes y el después.
Al final de ese proceso es que nos encontramos con las dos verdades que dan título a este texto.
La persona ahora se reconoce en una verdad con la que se identifica y desconoce otra verdad que aunque le pertenece, ha sepultado.
En innumerables casos la verdad oficial en la que se reconoce la persona, logra imponer su poder y mantener sepultada a la otra.
En otro gran número de casos, los reclamos de la verdad sepultada por salir a la luz son tan fuertes que la verdad oficial no logra imponerse y fracasa en su objetivo de dominación.
El resultado es la aparición de los síntomas que causan malestar y confunden tanto a quien los padece.
Si aceptamos que hay dos verdades, no deberíamos hacernos los distraídos, por el contrario, tendríamos que asumirlas y conciliarlas para lograr una identidad que defina mejor lo que somos y quienes somos.
Pero como dice el refrán: DEL DICHO AL HECHO…..HAY UN LARGO TRECHO.
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