El cumplimiento de deseos en los sueños
El cumplimiento de deseos en los sueños es algo que se identificó hace ya más de 120 años.
En el caso de los niños se comprobó que eran simples cumplimientos de deseos de situaciones inconclusas deseadas durante el día que habían dejado un deseo consciente insatisfecho.
Así, el cumplimiento de deseo en los sueños de los niños es un cumplimiento de deseo de pensamientos y sentimientos conscientes.
El cumplimiento de deseos en los sueños de los adolescentes y adultos no sólo es un cumplimiento de deseos conscientes, sino que con mucha más frecuencia es un cumplimiento de deseos de pensamientos y sentimientos reprimidos, es decir, inconscientes.
Esto quiere decir, que cuando un adolescente o un adulto sueñan, en el soñar están cumpliendo deseos que consideran prohibidos porque están en conflicto con lo que está bien según la moral que rige su consciencia.
¿Y qué pasa con los sueños en los que uno se angustia?
En los sueños en los que uno se angustia es difícil sostener la teoría de que el sueño es un cumplimiento de deseos, ya que de ser así, deberíamos experimentar placer y no angustia.
La explicación la encontramos en que si el deseo que motiva el sueño se vuelve demasiado evidente, nuestra conciencia moral se indigna ante semejante insolencia de nuestra inclinación o apetencia provocándonos una oleada abrupta y creciente de padecer moral que es sentido como un profundo e irracional temor que llegado a cierto punto, puede incluso interrumpir el sueño y despertarnos.
Entonces, el sueño de angustia o la pesadilla, sería también un cumplimiento de deseos, pero que por su intensidad despierta el rechazo de la conciencia moral provocando el desprendimiento de angustia.
Debemos agregar que hay pesadillas en las que es fácil identificar que el motivo de la pesadilla no es otro que el deseo de elaborar algo que en la realidad sobrepasó nuestra capacidad de tolerancia o comprensión.
El sueño pesadillesco repite la situación traumática y al repetirla se va apropiando de ella aunque sea a duras penas.
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https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-570507