Dado el hecho de que llegamos al mundo en un absoluto estado de indefensión y por lo tanto de necesidad, y dado el hecho de que esa condición nos deja a expensas de lo que los que nos reciben nos atiendan y satisfagan todas nuestras necesidades, podemos afirmar que la primera disposición de todo ser humano recién llegado a este mundo es la de recibir lo que le es dado por los progenitores y, a través de ellos, por la sociedad a la que pertenecen.
Entonces podemos decir que todo recién nacido es una hoja en blanco en la que los demás empiezan a escribir.
Este original estado de dependencia del ser humano hace que su situación quede muy determinada por el medio ambiente social en el que se desarrolla.
Ese medio ambiente social mediado en principio por los padres y personas más cercanas del entorno familiar del niño, tiene un lenguaje y un universo social y cultural que lo define.
Las adicciones son un problema que ha estado presente desde tiempos inmemoriales.
Cualquier tipo de adicción es una experiencia de búsqueda.
Cuando se habla de las adicciones siempre se resalta el tema de que son una vía de escape a los problemas y las preocupaciones existenciales.
Por eso mismo, en este artículo no voy a explayarme sobre esta cuestión.
En esta oportunidad, prefiero poner el acento en la intención de búsqueda que subyace a toda conducta adictiva.
La vida ordinaria, la existencia de cada uno de nosotros nos propone un camino que tiene sus más y sus menos. Podríamos decir que la vida corriente nos depara en todo momento tanto placeres como frustraciones. Esa es una condición que no podemos evitar al transitar la vida cotidiana.
La potencia versus la impotencia son las dos caras de una misma moneda que está siempre girando en la trama de la vida.
Todos y todas queremos ser potentes, queremos resolver con seguridad y con éxito todos los problemas que se nos aparecen en el camino.
Todos y todas tenemos ansias de poder y nos gusta sentir que controlamos las situaciones y que tenemos respuestas para los problemas.
Todos y todas nos regocijamos cuando ante las dificultades de la vida salimos airosos de situaciones difíciles gracias a nuestros recursos.
Que fantástico es el mundo cuando damos con las respuestas y hasta disfrutamos de las dificultades cuando entrevemos que existe la `posibilidad de resolverlas por nosotros mismos.
El imperio de la imagen se ha consolidado en la sociedad actual adquiriendo unas características nunca vistas en la historia de la civilización.
Los hombres y mujeres y las personas transgénero en general hacen un culto de la imagen nunca antes visto en la historia.
La apariencia, la estética de los cuerpos, se agota en sí misma, sin trascender ni ser vehículo de inquietudes existenciales más profundas.
El culto de la imagen no aspira a otra cosa que la exhibición de un cuerpo que no trasciende los límites de lo carnal y que se regodea en la autopercepción de sus cualidades.
Se añade a esta aspiración estética la estandarización de las formas tanto en el rostro como en el resto del cuerpo.
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